Atravesando lejanías por caminos del Antiguo Tucumán, se anotició de los prodigios que se obraban invocando una Imagen con el nombre de VIRGEN DEL VALLE; ordenó entonces a sus servidores que lo llevaran ante aquella mentada Imagen. De este modo, llegó a los pies de la Madre del Valle de Catamarca, Los testigos que mencionan el prodigio sólo dicen: "y obtuvo la salud".
Volvía el peregrino ya sano y libre de sus dolores a su patria, cuando en el camino encontró a quién contó que la Virgen del Valle le había curado; pero que él tuvo que dejarle su cadena de oro. Parecía así que la buena Madre del Cielo le vendiera la salud. La segunda y aleccionadora parte de esta historia relata que esa misma noche le volvieron los dolores tal vez más crueles que antes y al amanecer del día siguiente, sus servidores y compañeros del viaje, al asistirle acomodando las mantas en que yacía doliente, encontraron en medio de ellas la cadena que había dejado a la Imagen del portento.
Arrepentido volvió presuroso a Catamarca con sus dolores y la cadena que se empeño en dejar de nuevo a la Imagen del Milagro. Y como de nuevo obtuvo lo que pedí